Ya se me ha hecho costumbre escribir sobre roma invertida. Y tengo la teoría que lo hago por la falta de una mascota en casa o por la poca cerveza que me alcanza con mi sueldo. Eso sí, quiero aclarar que morir en vano ya no volverá a ser, “nunca más”, una costumbre de mis diecinueve años. He decidido que de ahora en adelante preferiré resucitar algún fin de semana luego de darme una escapadita como las grandes putas del jirón cailloma, para así poder decirme al amanecer: quizás y mañana deje de ser una cualquiera para los demás. (Entiéndase cualquiera en el mejor y peor sentido de la palabra). Mi historia poco erótica, algo romántica, ya ni sé, reza así…
Me encontraba en un bar nuevo del centro de lima. Una gran amiga mía me había seducido para conocer ese lugar y dejar de lado mi bar favorito de, casi siempre, todo sábado y domingo en la madrugada. Me invitó a reunirme junto con ella y con unas mil personas más que no conocía en lo absoluto. Dale, yo le entro a todo, le dije pero esta demás decir que en un inicio me aburrí y me dediqué a prender un cigarro tras otro mientras me ponía a tararear alguna canción que me entusiasmaba los tres o cuatro minutos que duraba. Conversé, talvez, con algún chico de lentes extraños o, quizás, y me presentaron a una chica divertida y con muchas ganas de tomar con o sin mi. Lo siento, perdón, pero no recuerdo mucho de cómo fueron esas primeras horas, a la vez quietas y ni tanto en su: I’m a professional cynic but my hearts not in it. I’m playing the price of living life at the legal limit. Canté toda la canción hasta que me percaté (miento) de que ahí estaba él. Era alto, guapo, vestía agradablemente bien y borrando estas cualidades, lo más importante de él fue que comenzó a hablarme. Que me desmienta si peco de vanidosa pero fuiste tú, guapito, a quien le picó la lengua para y por mí. Me miró unos segundos y luego dio inicio a lo surreal. Lo amé.
- ¿Tú no tienes a una hermana en San Marcos?.
- Aaah. sí
- ¿Y no conoces a tal, tal, blah blah, personas?
- Uy, sí.
- Claro, con razón te me hacías conocida. Ya te conocía.
Estas cosas me encantan. Él ya me conocía y yo no podía creerlo. Ni me derretí ni me abrazó la indiferencia, pero no puedo negar que luego de decirme “nos presentaron un día tal del concierto x”, me di cuenta que ese seria mi pretexto para no querer estar tan lejos de él a la hora de bailar coquetamente con medio mundo. Así se hacen las cosas en mi familia, como dice Bunbury. Valga esta aclaración: es así como me gusta moverme, sin sentido y, porque ya muchos ridículos lo han dicho, “coquetamente”. Y vuelvo a decir que no lo hago con algún fin embaucador ni solemne. No me fastidien. Ni te meto la mano ni tú lo hagas conmigo. Él, quiero creerlo, lo entendió así. Bailamos, tomamos, fumamos, hablamos de cosas aburridas pero con la chispa de “esto sobresale alrededor y de lejos”. Que pena pero suelo ser egocéntrica en rollos como este.
Así pasó el resto de la noche, hasta que él, quizás con otro fin o esta vez soy yo la de la idea, me dijo para hablar lejos de la pista de baile. Dignamente le respondí con un: ya. Me conozco lo suficiente como para saber cuando quiero o no quiero lo que fuese. Le di la gracia de la duda y el gustito del ¿por qué no?. Todo esto, conóceme, fue solo por esa conversación irreal. Quiero recordar que había un vínculo pequeñísimo y tonto, sí lo sé, pero yo me entretengo y sueño con estos momentos fugaces. A ver, dime ¿Cuántas personas van por ahí y te dicen: ya nos habían presentado hace un par de años y a todo eso agrégale que tú no lo recuerdas?. Ves, no me jodas. Así que accedí y fuimos a hablar. Sí, de verdad en un inicio hablamos y vuelvo a sonreír por esas palabras cortitas y bonitas que nos dimos. El tema en general fue sobre música sin saber por qué, simplemente se dio. Volví a confirmar que coincidíamos en ese aspecto. Ya me había dado cuenta que cada vez que pasaban una canción que a mi no me gustaba, a él tampoco y viceversa. Eso era genial, y también la conversación fue decente; hasta que, en un silencio corto me dijo algo que no oí pero logre entender parte de.
- No te vayas a molestar pero la primera vez que te vi, pensé que eras…
Los puntos suspensivos son la parte que no oí muy bien. Lo que entendí fue la palabra “meticulosa” pero no estoy segura de eso. En el intervalo de tiempo de tratar de entender lo que dijo y no querer pedirle que me lo repita, le di un beso. Fue mi respuesta. ¿Alguien no sabe que significa meticulosa?. Se los diré: 1. adj. Excesivamente puntual, escrupuloso, concienzudo. 2. adj. p. us. Medroso (temeroso, pusilánime). Quizás inconcientemente le demostré que no era cobarde, porque realmente no oí lo que me dijo, pero me quedo con esa palabra ya que calza con mi reacción. Luego de mi beso, sonrió y mientras se acercaba, me susurró: ya no puedo creer que seas así. La tontería más linda que pude oír y esperar en ese momento.
¿Qué sigue después de todo esto?. Lo siento, eso es privado pero a la par diré que fue entretenido, bonito sin mentir mucho, con alguna buena canción de fondo y con sus debidos momentos de respiro. Yo no lo conocía y él tampoco a mi, solo nos vimos un minuto hace un par de años y ese sábado nos volvimos a ver con más horas para todo. Desconocidos totales, besándonos como si fuese momento de besar y no sentir. Pues la verdad no sentí nada y puede que sea la parte normal y triste del asunto. Ningún sentimiento tonto o placentero. Nada. ¿Si esperaba sentir alguna cosa en el estomago y terminar diciendo que lo amaba?. No, no creo, pero mi romanticismo y ganas de seguir agregando surrealismo a lo sucedido, me quería decir que ya era hora de dejar las cosas en claro para no llegar a un absoluto vacío, sino solo un poquito. “Ni te conozco, ni por ahora me interesa saber tu número o tu correo”. No se lo dije, solo lo pensé. Di media vuelta y con la mano me despedí en el aire. Fue bonito, sí, fue incluso para escribir sobre esto, también, pero esa era la hora de irme sin decirle nada. Regresar un rato a bailar una ultima canción de manera grupal y agarrarle la mano a mi compinche que me había llevado ese bar e ir a dormir, media mareada pero en mis cabales. Era hora de regresar a las “am horas” del domingo a mi casa y abrazar la almohada como una niña que le contaron un cuento de: en asuntos de amor siempre pierde el mejor.
Aprendí que puedo darle un beso o más, con todo el límite que yo misma me impongo, a un desconocido o talvez a alguien más, pero tiene que ser así, que sea interesante de recordar y que no me haga sentir que me ahogué en la última copa o me estafaron a la hora de la despedida. No me estoy vendiendo, solo prevengo y me río de mis ganas de querer y seguir cantando:
Era la hora de huir
y se fue, sin decir:
“llámame un día”.
Desde el balcón, la vi
perderse, en el trajín
de la Gran Vía.
Y la vida siguió,
como siguen las cosas que no
tienen mucho sentido,
una vez me contó,
un amigo común, que la vio
donde habita el…
M.
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