N.

Hace unos días hablaba con una amiga sobre que tan fácil o difícil puede ser abordar a un chico guapo en la calle. El tema surgió un día que no la pude acompañar al parque Kennedy porque yo estaba ocupada-dormida en una clase de la universidad. Ese día, al ver que las opciones de tener mi compañía eran nulas, decidió ir sola a Miraflores y en ese estado de pasos autistas, ocurrió uno de esos momentos, uno de esos: vio a un chico que la estaba mirando coquetamente. Los dos estaban sentados en el anfiteatro, uno al extremo del otro. Se miraron unos minutos o talvez una hora y cuarto. El tiempo pasaba y no había tema, solo dos pupilas. ¿Cómo comenzar?. Él no hablaba y ella parecía esperar que el machismo jugara a su favor. No pasó. ¡Feminista de mierda!. Como sea, ¿Qué tema?. Aaaah, el tema pudo surgir si el chico hubiera dado signos de adicción al tabaco o si mi amiga lo tentara a ello, porque ella estaba fumando, obviamente. “¿Un cigarro?. No, gracias, tengo cáncer. Bueno, para la próxima será. ¿Cómo te llamas?”. Era una buena oportunidad, pero como todo en esta vida de cheques en blanco, no se pudo y no hubo próxima vez. Game over. Ella se fue rumbo a su casa y ahí fue cuando me lo contó con una mezcla de emoción y decepción. Dio un largo suspiro y me dijo: ¿Es fácil o difícil hablar con un desconocido en la calle?. Hoy le tengo una buena respuesta, creo. Al menos mejor que la anterior, porque hoy me tocó a mí.

Estaba en el paradero de la universidad con una amiga. Las dos habíamos decidido ir a nuestras casas a dormir y luego en la madrugada estudiaríamos para nuestro examen de griego y latín. Era un buen plan así que lo celebramos con jugo de naranja de un sol y con yapa. Luego de la emoción, nos volvió a dar sueño y esperamos tranquilas y sentadas en el paradero. No hablamos de nada importante así que comencé a ver las caras de espera de las demás personas por la av. universitaria. Es mi hobby. Hay caras de “mi carro es el que acaba de pasar y ya es el quinto que se me escapa”, “pucha, esta llenísimo, no la hago”, “no estoy segura si sea este, pero igual me trepo”, etc. Encontré una que otra cara divertida y mientras bostezaba, lo vi. Era alto, altísimo, de lentes, con barba y guapo. Muy guapo. Generalmente no me fijo en eso pero era demasiado notoria su guapura. Me lo quede mirando un rato tratando de adivinar que pretendía estando ahí tan tranquilo y con un cuaderno en la mano igual que yo; hasta que cruzamos miradas y yo voltee a decirle “ldjflñdsjg” a mi amiga. Que vergüenza. Ella no entendió, uff, y tomó como pretexto mi ridiculez para irse en el siguiente carro y me dejó sola. Sola, sola como mi amiga en el Kennedy. ¿Qué podía hacer?. Sentía su mirada encima de mi y ya no podía decir que si estaba roja era por el sol. Ya no podía.

Comencé a pensar muchas cosas, en lo fácil que seria preguntarle: “¿sabes que carro me lleva a Chorrillos?”, pero decidí tentar a la suerte y ver si mis ganas de que me siguiera podían sobrepasar la realidad. Subí al primer carro que vi – obviamente, me llevaba a mi casa – y… él subió. Y no solo eso, también se sentó a mi costado. La 29 puede llegar a ser el mejor micro del mundo. “Puede”, porque no lo es, ya que no sabia que hacer. No habían pistas garabateadas al costado de los correos que dejan en los asientos. ¿Qué podía decirle?. Me seguía mirando, lo sabia, lo sentía. Yo miraba la ventana, sin saber que hacer y rogando que no se diera cuenta de mi nerviosismo. Unos minutos después, vino el cobrador como si se notara que necesitábamos la ayuda de un tercero.

  • ¿A dónde vas?
  • Yo: Arequipa.
  • ¿A dónde vas?
  • Él: Arequipa… (me miró)

Nos miramos en ese instante de monedas y medio pasaje. Me puse rojísima y voltee a ver la ventana y ¿Qué hizo él?. Se rió. Ni más ni menos: ¡se rió!. Como si fuera un chiste todo. ¿Qué hice yo?. He aquí lo fácil de iniciar una conversación pero lo difícil de seguirla:

  • Yo: ¿De que te ríes?
  • Él: No, nada. De nada.
  • Yo: Aaah. Ya.

Oportunidad desperdiciada. Lo maté con mi “aaah, ya”. Volví a ver la ventana. Me di cuenta que ya faltaban dos cuadras para irme. Rayos. Quise hacer algo pero a la vez recordé que yo solo quería ir a descansar a mi casa y por primera vez en mi vida, ya nadie tenia el derecho de interferir en mi deseo. Me paré. Decidida. Ni tanto.

  • Yo: Permiso.
  • Él: ¿Ya te vas?.
  • Yo: Sí.

Bajé una cuadra antes porque calculé mal. No voltee. No tenia sentido, él se fue. ¡ÉL SE FUE!. No bajó ni me prometió lo que todo el mundo promete en un micro: “pronto tendremos un carro”. Él se fue.

Es difícil, N., es difícil hablarle a un chico… ¿o aun no es momento de responder la pregunta?

Dormiré.

M.

~ por todosmisdientes en 28 abril 2009.

2 respuestas to “N.”

  1. ¡Aún lo es!

  2. Aclaro que el comentario anterior, que no tiene sentido, ha sido aclarado.
    Gracias por su atención.

Deja un comentario